Tal vez me pase de lanza contando esto, pero es seguro, porque ninguna de las personas que lee llegará a conocer algún día a l’autre. Sé que eso es una cuestión que debiera quedarse entre él y yo y que no es bonito andarlo contando así nomás porque sí, pero a veces es necesario conocer todas las circunstancias en que sucedió una historia para entender por qué a veces digo lo que digo. De nuevo regresamos al comienzo de la historia, luego de aquél domingo en que nos vimos por primera vez luego de haberle dado juntos al chancleo. On n’a pas couché au premier rendez-vous. Aunque no hubiera estado tan mal para sentirme aún más puta. Mi consciencia aún no decidía si estaba bien o mal lo que estábamos haciendo, pero había decidido no poner mucha atención, se dio por vencida cuando veía que yo ni caso le hacía.
Después de aquél primer encuentro en que me llevó a su casa, creo que fue esa misma semana que volvimos a vernos. Lo cagado de todo fue que cada vez me preguntaba si quería volver a verlo, y como en aquél entonces no tenía mucho más que hacer, decía que sí. Entonces, ésa segunda vez que nos vimos, pues directo: “ven a mi casa” nada de “vamos a vernos en tal lugar”. Yo ya me había dado cuenta de hacia donde iba el asunto y no voy a decir que no me gustó la idea. Antes de partir, Jelipe me había dicho: “si pasa algo con alguien más, no quiero saber...” Lo que era como un permiso... ¿o no?
Total que esa segunda vez, comenzamos casi de inmediato con los besitos, el cachondeo, quitarnos la pena... L’autre me tocaba sin tocarme. Aún no se atrevía a meter mano por debajo de la ropa, pero cuando lo hacía por encima y llegaba al punto indicado... se detenía un momento y... como que se daba la vuelta hacia el otro lado. En algún momento se detuvo algunos segundos y me miró. “Est-ce que je peux faire une question?” Ya vamos a empezar... “Est-ce que tu veux qu’on fasse l’amour?” Se puso color tomate. El problema fue que me lo dijo tan rápido que no entendí ni madres. Le pedí que repitiera (¿pues qué? En ese momento, mi francés era de ¡la chingada! Lo peor de todo es que lo sigue siendo..). Repitió más despacio “Est-ce que tu veux qu’on fasse l’amour?”. Pues ni modo que dijera que no, ¿verdad? Ante una proposición tan directa y tan... prometedora. Entonces, cerró las cortinas, apagó la luz (no sé qué obsesión tienen los franceses con la luz, pero la mayoría, o al menos según el sondeo que he hecho, prefieren la luz apagada), comenzó a desvertirse, me pidió que me desvistiera, comenzamos con los besos súper cachondos, el toqueteo... y el problema de siempre: ¿Guibert, dónde vas a poner las manos? Es la verdad, nunca sé qué hacer con las manos. Al final quedaban sólo de por medio los chones y cuando yo pensé que ya, se detuvo y dijo: “Desolé” y se acostó a mi lado. What?! That’s it?! Después entendí: No paraguas. ¿Pues qué iba a decir en ese caso? “C’est pas grave”. Nos quedamos abrazados y me besó la frente varias veces. “T’es très gentil avec moi...” fue lo que me respondió. Lo intentamos una vez más, pero obtuvimos el mismo resultado. Así que nada pasó. Nos vestimos y me fui. Pensé que el problema era que él en realidad no quería hacerlo o tal vez, estaba demasiado nervioso. Unos días después, me volvió a enviar un mensaje: “viens demain a 16h” Y fui. Volvió a pasar lo mismo. No pudo. Otra vez, “C’est pas grave”, “t’es gentil”... Yo comenzaba a preguntarme si no debería olvidarme del asunto y buscar otro, al fin éste no me estaba sirviendo para lo que yo quería. Pero me dije “Guibert, si bien esto es sólo para ti una historia de sexo, tampoco se trata de desechar a la gente por que no te sirve, dale chance, está nervioso y encima de todo, está chavo...”. La tercera vez que pasó lo mismo, yo estaba por preguntarle si estaba seguro de querer hacerlo o si no sería que tal vez no estaba totalmente seguro, que tal vez debíamos esperar un rato, cuando él me contó que al principio siempre le pasaba esto, que no sabía si eran los nervios o qué, pero que al principio le pasaba esto. Pensé: “bueno, sólo lo hemos intentado tres veces, chance en una de ésas sí se puede” pero ya me estaba aburriendo. Finalmente, un buen día, pudo y entonces fue una catarsis para los dos. Luego me dio un masaje en la espalda, el cual no estuvo nada mal, porque regresé a mi casa súper relajada y tranquila, pero ahora me pregunto si no habrá sido que ésas veces en que no pudo, era como un aviso de que aún podía echarme para atrás.
Por cierto, a mitad de la historia, el Jelipe cambió de opinión y dijo que siempre sí quería saber... pero yo no pienso decir nada... ¿para qué me dice algo si a la mera hora se va a arrepentir?
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2 comentarios:
No, yo también voto por no decir nada. Luego se sacan de onda y ya nunca vuelve a ser igual... ni modo, no todos entienden...
NI SE TE OCURRA
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